viernes, 11 de junio de 2010

Dios qué a gusto

Ha llegado un momento, en el que me encuentro en un bienestar al 90%. El 10 % restante son preocupaciones del tipo, por qué acabó Lost, y qué de moños es eso de la pulsera de los deportistas?

Me he dado cuenta de tantas cosas. Tengo que decir que estoy algo ebrio (no como el que toca la Gaita). En todos estos años, pocos, pero son años fuera de casa, me he dado cuenta, de que no es tan fácil encontrar gentuza afín a uno mismo. He conocido tropecientasmil personas, y aún así, no dejo de tener ese lazo tan grande con los que siempre he admirado y querido.

Esta ciudad que tanto se deja odiar, cuando te marchas se le añora. Esa gente, esas borracheras, mi local y sobre todo, mis amigos. Todos con un talento innato que a veces creo que el cosmos nos ha juntado por algún motivo. Cada uno tiene su hostiazo en la cabeza, pero luego... Dios por qué me llenan tanto? Por qué son los únicos que consiguen hacerme sonreír y descojonarme antes de hablar.

Y es que soy parte de ellos. Todos tenemos lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Y sinceramente, me encanta ser imperfecto si soy consciente de que es nuestro sello, la imperfección. Tiene cojones, pero no puedo vivir sin esta gente. Siempre los llevo conmigo, vaya donde vaya. Y gracias a ellos nunca me siento sólo. Da igual que esté en el quinto coño, en Narnia o en el andén 8 y tres cuartos. Estos si que no se irán. Y eso sí que es magia...