domingo, 6 de julio de 2014

Desde una pensión...

Son las 4 de la madrugada. Escribo desde una pensión donde me hospedo estos días mientras consigo encontrar un lugar mejor para vivir. Estoy en Tossa de Mar, en la Costa Brava, trabajando de nuevo de camarero. 

La sensación es totalmente distinta al de resto de años que he venido aquí. Me siento solo, me siento despojado de mi identidad, desprendido de mi tiempo, de mi camino. Esta vez veo perféctamente el rodeo que estoy dando, sin quererlo y sin creérmelo. Complicándome la vida por huir de otra complicación mayor. Desde este sumidero de almas en pena y solitarias, me hallo zambullido en una habitación fría pero bochornosa. Mis compañeros de habitaciones contiguas, son hombres, todos ellos solos, con la mirada cansada y con la voz afinada por la arena de mil vicios. En la calle escucho a una pareja discutir, posiblemente me los cruzara antes por la calle. Mientras tanto yo no dejo de pensar en aquello que me hace sentir yo, en quien soy y en lo que quiero. 

Durante años me he zambullido en una vida nómada, pero con atisbos sedentarios que eran imposibles. No tengo las riendas de mi vida, no sé si ello será posible algún día, pero no hay día que lo intente, por lo que nunca planifico nada. El estado cambiante en el que me encuentro me obliga a realizar mil cosas para poder tener un presente inmediato digno aunque siempre acabe en las aguas del mediterráneo. No me dejo conocer por nadie, no quiero enamorarme ni encontrar a nadie, pero es algo que no lo manejo yo al menos consciéntemente. Siento como si mi alma tuviera callo, estoy cansado. Y cuando encuentro a alguien que merece la pena, me he de marchar, con la posibilidad de que todo se enfríe. Tras una semana por aquí, mi alma ya va curándome el corazón con el olvido. Todo lo que sentía por alguien tan especial, alguien que de tanto que admiro, me hace sentir tan pequeño... Lo impredecible de esto es lo que me hace sentir que soy humano, que estoy vivo y que no contaba con esto. No contaba con enamorarme, pero no espero nada. Porque esperar es el error más cometido por el ser humano, que no lleva más que a decepciones. Supongo que la historia se escribirá sola, no por destino, sino por coherencia. 

Escucho besos y risas en la calle, la pareja parece que ha dejado de discutir. Yo me voy a la cama, con una historia de pensión y un poco menos de tristeza.